miércoles, 15 de febrero de 2017

El sujeto americano o una defensa fallida.

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Universidad de Santiago de Chile
Facultad de Humanidades
Departamento de Lingüística y Literatura
Pedagogía en Castellano
Literatura Latinoamericana y Chilena I








El sujeto americano o una defensa fallida.
Descubrimiento, conquista e inicios de la colonia.


Trabajo final
12 de diciembre de 2016
Autor: Ignacio Bravo Prieto
Profesor: Marcos Figueroa Zuñiga




Un 3 de agosto de 1492 zarpando desde el puerto de Palos, Cristóbal Colón, jamás hubiera imaginado las consecuencias mediatas e inmediatas de su expedición a las Indias; navegando y registrando cada legua avanzada en su Diario de Navegación, los días avanzaban y no veían tierra. Comenzó a mentir a su tripulación para evitar que se amotinaran, fracasando de esa forma su misión que no era otra que hallar una ruta comercial alternativa para llegar a Catay (china) y Cipango (Japón).
Esta primera expedición al “nuevo mundo” modificó tanto la realidad política, económica y social de España, situando a los hispanos como la mayor potencia europea; como también la vida en nuestro continente, con un impacto cruento sobre la vida de los pueblos autóctonos.
Es en torno al tratamiento del hombre de las tierras “descubiertas” que se centrará este escrito, realizando una síntesis de la visión de tres autores distintos. En primera instancia Colón por ser el primero en caracterizar al nativo, luego será Fray Ramón Pané, quien publicó el primer libro escrito en América centrado en sus hombres y Bartolomé de las Casas como el principal defensor del alma del hombre americano influenciado por las ideas de Montesinos.
Antes de la llegada de los españoles al territorio americano, existía en el continente una diversidad de culturas, naciones, ciudades con las más diversas características y magnitudes. Desde la gran ciudad de Tenochtitlán en el actual México hasta el misterioso emplazamiento de Tiahuanaco, desde el norte al sur, esta tierra tenía su propia historia, su propio desarrollo y organización. La diversidad cultural y étnica americana parece apagarse en cuanto el europeo pisa el continente, llevando todos los pueblos a una burda generalización y al sometimiento mediante engaños, evangelización y violencia exacerbada.
  • Colón, “las gentes desnudas y de buen ingenio”
Colón llega un 12 de octubre de 1492 a Guanahani en el archipiélago de las Antillas en las Bahamas, creyendo que está en el lejano oriente, en este Nuevo Mundo, del que no se tenía noticias en Europa. En el diario del navegante, podemos apreciar su sorpresa frente a los paisajes, el clima, la vegetación que va detallando, con el claro fin de dar cuenta del éxito de su empresa a los reyes católicos y desde luego, también por el asombro. Colón, comerciante en primer lugar, queda maravillado con la riqueza natural de la isla, pero aún más con las potencialidades económicas de su descubrimiento: el oro.
Se muestra interesado en conocer la tierra, obtener noticias del entorno y de los pobladores.
Sin embargo, de inmediato se hace latente la visión etnocéntrica de Colón, quien reconoce en los nativos raciocinio, pero desprecia totalmente la cultura de los hombres autóctonos.
“Si bien reconoce la inteligencia de los naturales –tema pronto motivo de grandes controversias- no otorga ningún interés a sus lenguajes, produciéndose de ese modo un vacío entre lo dicho por unos y lo comprendido por otros. Las señas, los gestos y, las más de las veces, lo simplemente creído, aparecen por todo el relato como los medios de comunicación más frecuentes.”
Con Colón se inicia el gentilicio incorrecto de llamar “indios” a los habitantes del Nuevo Mundo. Por otra parte, existe una descripción interesante que hace acerca de las personas que encuentra en Guanahani:
“Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mugeres, aunque no vide más de una farto moza, y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de xxx años, muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras” (Colón, 30). La desnudez en que viven es el rasgo que más destaca en las descripciones del hombre recién encontrado; y si su aspecto sorprende al europeo, pronto lo maravillarán su generosidad e inocencia.”
Finalmente, el navegante exhibe nuevas ideas sobre los hombres, esta vez relativas a su personalidad:
“Ellos deven ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les dezía. Y creo que ligeramene se harán cristianos, que me pareceió que ninguna secta tenían. Yo plaziendo a Nuestro Señor lavaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que depredan fablar” (Colón, 31)
En síntesis en Colón la visión del sujeto americano, además de instalar el trato de “indios”, es una descripción somera, superficial de su apariencia exterior y un perfil interno muy pobre debido a su lejanía con los habitantes y a su real desinterés en los hombres de América. No aprende su idioma, no se interesa por sus costumbres, ese trabajo lo delegó al Fray Ramón Pané, quien llegó a América en el segundo viaje, a la pequeña Villa Navidad que el navegante fundó con los restos de la Santa María.
  • “Ramón Pané, primer etnógrafo de los americanos o el extirpador de idolatrías”
Fray Ramón Pané, monje de la orden de San Jerónimo, seguidores de los postulados de San Agustín, recibe el encargo por parte de Cristóbal Colón, de escribir el primer libro español en América a partir del contacto con los indios.
Pané, escribe la relación acerca de la antigüedad de los indios, primera publicación en América y primer tratado etnográfico sobre los americanos. Este párroco tiene además en su haber, ser el primer europeo en aprender una lengua nativa, el taíno.
        En la isla de La Española, el religioso realizó su labor acercándose a los nativos, interactuando con ellos aprendió de sus costumbres y su organización; sin embargo, los fines de dicha empresa no eran precisamente humanitarios, o de interés científico; la misión de Pané era bien clara: identificar las idolatrías para combatirlas en el afán de evangelizar (e incorporar) a los indios.
Así es como se va perfilando dicha investigación, en términos generales, como una indagación destinada a reconocer las supersticiones y malas prácticas religiosas de los nativos que los hicieran difíciles de convertir al cristianismo.
En el texto de Marguerite Cattan, Fray Ramón Pané, el primer extirpador de idolatrías, aparece una interesante crítica a la perspectiva eurocentrista del religioso:
“(…) Fray Ramón, obedeciendo la ideología cristiana de la época –y siguiendo un pensamiento tomista- califica las creencias y prácticas de los habitantes de La Española como supersticiosas afirmando que cada uno de los indios adora a sus ídolos de “un particular modo y superstición”. Así, los mitos y ritos taínos que colectará estarán tintados de características extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón en cuanto a la reverencia idolátrica hacia criaturas u objetos, la errónea búsqueda de instrucciones para predecir el futuro, el uso de sustancias embriagantes y las equivocadas prácticas rituales en general.”

En la cita anterior, se ve que el cristiano, observa las creencias de los indígenas no desde una perspectiva científica, no es una descripción detallada y objetiva, sino un enjuiciamiento de las prácticas religiosas particulares en La Española desde una perspectiva cristiana, invalidando sus creencias ante las propias. Es en este sentido que no puede llamarse un estudio etnográfico la obra de Pané sino más bien una descripción velada, cargada de la ideología de su orden religiosa y el contexto teológico de finales del siglo XV; aunque es innegable el valor documental de su relación, en tanto colección de creencias de los indígenas de la isla.
¿Cómo es el sujeto que establece Pané en la Relación de la Antigüedad de los Indios y cuáles sus creencias?
En primer lugar los indios son politeístas y supersticiosos, en los veintiséis capítulos da cuenta de esto, cerrando el texto con un milagro, hecho que contrasta su visión de idólatras de los indios, con la propia creencia sobrenatural e irracional de los milagros cristianos.
El texto trata del origen de los indios, cómo han llegado a la isla, cómo se han distribuido y la división de hombres y mujeres. La partida de las mujeres, y de cómo se solucionó la falta de mujeres a través de la perforación de un inriri cahubabayael en la zona donde habitualmente está el sexo de las mujeres en los seres caídos de los árboles, sin genitales. Luego narra entre el noveno y décimo capítulo la formación del mar a partir de peces provenientes de los huesos de yayael. En el capítulo XII y XIII se habla de la vagancia de los muertos de día recluidos y de noche transeúntes. En este punto es interesante apuntar el origen que el monje atribuye a estas creencias: canciones antiguas que trasmiten oralmente de generación en generación que interpretan con el mayohabao, fábulas que creen verdaderas.
Otro punto que no puede pasarse por alto, es la historia de los iconoclastas seguidores de Guarionex, quienes salidos del adoratorio tiraron las imágenes sacras al suelo, cubriéndolas de tierra. Según Pané, exclamaron: “ahora serán buenos y grandes frutos”. Esta falta fue vista por los guardas del oratorio que informaron a la brevedad a Bartolomé Colón, quien tras proceso contra los indios los quemó públicamente. Este pasaje es precisamente el más violento y mítico desde el eurocentrismo, ya que en primer lugar, se castiga brutalmente a los culpables, y en segundo término, las raíces que salieron en el campo donde las enterraron, tenían forma de cruz.
Finalmente el “pobre ermitaño Ramón Pané” narra el primer bautismo en la isla de Juan Mateo en 1496, sin olvidar una importante advertencia que creo, es clave para entender la finalidad del documento y la misión de Pané:
“Digamos ahora cómo se hicieron cristianos los primeros que recibieron el santo bautismo y lo que es necesario hacer para que se hagan todos cristianos. Y verdaderamente que la isla tiene gran necesidad de gente para castigar a los señores cuando son merecedores de ello [y] dar a conocer a aquellos pueblos las cosas de la santa fe católica y adoctrinarlos en ella; porque no pueden y no saben oponerse.” (Pané, 55)
La visión que se desprende de esta última cita es poco favorable al americano, debe ser convertido al cristianismo y para que ello ocurra hace falta gente que castigue a quienes lo merezcan. Dice Pané que hay que adoctrinarlos porque no se resisten. Esta idea de la pasividad de los indígenas parece justificar la evangelización porque simplemente los europeos son más fuertes y los cristianos “más vigorosos”. Junto con esto, el autor comenta sobre los nativos que no saben leer ni contar sino hasta diez, y que esa sería la causa de su creencia en idolatrías y supersticiones.
Pero ¿en qué momento el americano pasa de ser un sujeto con creencias propias y cosmogonías que los cristianos no comprenden, a un ser desalmado, sin criterio, sin razón apto para los trabajos de carga, la extracción de oro y la cuasi esclavitud de la institución tiránica de la encomienda?
En el momento mismo en que Colón pone en marcha la construcción del primer poblado. Trae desde Europa este sistema para poder explotar los yacimientos auríferos descubiertos en el nuevo continente.
“La encomienda es un derecho concedido por merced real a los beneméritos de Indias para recibir y cobrar para sí los tributos de los indios que se les encomendasen por su vida y la de un heredero, con rango de cuidar de los indios en lo espiritual y temporal y defender las provincias donde fueren encomendados.” (Rodríguez Demorizi)
En un sentido idealista, el encomendero debía proteger la vida de los indios a su disposición, evangelizarlos y defenderlos. Sin embargo, sabemos que esto no ocurrió en la práctica y que los encomenderos sometían a los nativos a tratos vejatorios, sobreexplotación, hambre y verdaderas condiciones de inhumanidad al considerarlos seres inferiores y su derecho el de exportarlos.
La visión de la evangelización, salvar las almas de los infieles y en definitiva, someterlos a la corona hispana, apunta en la misma dirección que los tratos inhumanos de la encomienda, el sometimiento. Además se basa en la misma premisa: la de la supremacía cultural y racial, es decir, el etnocentrismo hispano.
Es precisamente esta degradación del indio, esta vejación de naciones originarias enteras, lo que comienza a generar una controversia que resulta en la manifestación del padre Fray Antón  Montesinos en  La Española. Cabe destacar que la orden no se enfrenta a la evangelización o a la ocupación de las Indias, sino del modo y de la falta al compromiso que los encomenderos tenían para con sus hombres.
  • “Un sermón polémico, defensa de las gentes del Nuevo Mundo”
Montesinos y los padres dominicos tienen una visión humanitaria con los indios. El indio tiene alma y hay que respetarla, conducirla por buen camino al Señor y protegerle. Ellos denuncian los maltratos porque ven en los americanos humanidad. En la época desde España ha existido un absurdo debate de si los indios tienen o no alma y de si están o no dotados de razón. Todo esto con el claro fin de someterles al menor costo posible y con las mayores ganancias para las arcas católicas y los bolsillos de los encomenderos en América.
La orden de los dominicos, no así su líder, defienden a los nativos en su campo de acción, la misa, la prédica, la iglesia.
El 21 de diciembre de 1511 el padre Montesinos en pleno oficio encaró a los hispanos, sus compatriotas por defender a los indígenas víctimas de la encomienda. Por mandato de su superior y concilio de los dominicos de la isla. Entre todo el discurso, estas son probablemente las palabras más importantes e impactantes, y exponen la cólera, la vergüenza y el ímpetu con que fueron proclamadas:
“(…) todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas; donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos’ ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?” (Montesinos, 1511)
Los efectos del discurso fueron inmediatos, tras discurrir los encomenderos entre ellos altos cargos de la isla, el virrey Diego Colón, los oficiales del rey, tesorero y contador, factor y veedor deciden ir a reprender al padre por considerarlo ofensivo y peligroso contrario a los intereses de la corona y perjudicial a todos los vecinos. Consiguen de toda esta situación que el padre vuelva al púlpito la semana entrante con un sermón más encendido y polémico.
Del sermón y la reacción de los españoles se desprende una terrible visión del indígena, es válidamente esclavo, no tiene por qué ser tratado distinto de un animal de carga y la cuestión de su alma o de su razón es irrelevante en tanto trabaje duro y otorgue riquezas en oro a su amo.
En esta misma controversia aparece la figura del padre Bartolomé de las Casas quien en su brevísima relación de la destrucción de las Indias, denuncia los crímenes que los españoles están cometiendo en América con los indios; detalladamente, entrega casos que en su recorrido por las provincias a presenciado. Entre las múltiples acusaciones está la de quedarse con más oro del que los indígenas debían otorgarles y que incluso poseían; la violación de mujeres; el dejarles sin alimento ni bebida quitándoles su maíz; los asesinaban quemándolos o ahorcándolos o con armas blancas; y finalmente, los esclavizaban y vendían.
El texto es particularmente cruento y una cita que puede evidenciar lo anterior es la siguiente:
“En tres o cuatro meses, estando yo presente, murieron de hambre, por llevalles los padres y las madres a las minas, más de siete mil niños” (Las Casas, 94)
Con todo esto, De las Casas justificaba la violencia y resistencia de los indios ante tan terribles bárbaros mal llamados cristianos. Lleva su defensa a la misma España donde debate con Ginés de Sepúlveda que es solicitado para defender los intereses de la encomienda en América. El resultado del debate es favorable a la postura humanitaria del padre dominico; sin embargo, en la práctica, y durante siglos, los argumentos aristocráticos y etnocéntricos de Sepúlveda fueron ley en nuestra América.
Desde 1492 a 1550, años del descubrimiento de América e inicio de los debates de Las Casas y Sepúlveda, la construcción del sujeto americano pasó por varios procesos: de la completa ignorancia y la curiosidad inicial de un Colón antesala de la explotación; del prejuicio al acercamiento desde el etnocentrismo del fray Ramón Pané, donde ya los americanos perdieron su libre albedrío al ser sujetos de conversión pues no oponen resistencias; a la explotación en la encomienda por el desprecio de sus costumbres, creencias y almas. Montesinos y Bartolomé de las Casas hicieron su esfuerzo en combatir la inhumana y falsa cristiandad con que se trataba a los hombres de las Indias; sin embargo, más allá de medidas superficiales, como códigos laborales que nadie fiscalizó su cumplimiento, el efecto de las ideas de estos religiosos fue nula, el americano siguió siendo explotado. El sujeto americano y su defensa acabó por ser un proyecto fracasado.









Bibliografía

-Cattan, Marguerite: “Fray Ramón Pané, el primer extirpador de idolatrías”. Alpha. 2014, n.39. 37-56
-Colón, Cristóbal: "Carta a Luis Santangel (15 de febrero de 1593)". Textos y documentos completos. Edición de Consuelo Varela. Madrid: Alianza Editorial, 1982. 139-146
Durán Luzio, Juan: "Diario de navegación". Diccionario Enciclopédico de las letras de América Latina (DELAL). 3 Vol. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila, 1995, 1996 y 1998.
-Emilio Rodríguez Demorizi. Los Dominicos y las encomiendas de Indios de la Isla Española. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 1971, pp. 25-26.
-Las Casas, Bartolomé de: Brevísima relación de la destrucción de las Indias (Edi­ción de André Saint-Lu). Madrid: Ediciones Cátedra, 1982.
-Pané, Ramón: Relación acerca de las antigüedades de los indios. Edi­ción de José Juan Arrom. México: Siglo XXI, 1974.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Amor de pareja y comunicación frente a las redes sociales


Nuestro siglo iniciado en la masificación de internet, se caracteriza por el salto que ha dado la nanotecnología y las TIC a nivel mundial. Esta realidad implica nuevas oportunidades y desafíos,  también instaura un cambio ya perceptible a causa de las redes sociales en la interacción y los vínculos humanos: 

Las redes sociales están modificando la forma de relacionarse en pareja, en tanto la virtualidad limita la comunicación.

El modo de relacionarnos ya había atravesado un cambio con la masificación de los teléfonos móviles, las parejas encontraron una forma de mantenerse en contacto sin la necesidad de verse. Hoy la interacción de los enamorados está modificándose también en línea: decimos sin gesticular, escuchamos sin oír y emitimos mensajes que pierden naturalidad.
Veamos un ejemplo límite de “interacción en red”:

Usuario 351: ¿Sigues enojado por esa estupidez?
Usuario 592: No voy a hablar contigo. Te agradecería que dejes de hinchármelas. Gracias… mejor terminemos.
Usuario 351: Ya… ¿sabes qué? no me interesa. No necesito estar con un pendejo inmaduro, mimado y más encima llorón. Chao. Me aburriste. Te voy a bloquear de todos lados. 
Usuario 352: ¿Quién te entiende? Ayer no más estábamos bien… se suponía que eras distinto pero ya me cansé de buscarte weon cobarde. 
Usuario 351: Hasta nunca.
(Ambos se bloquean y deciden no volver a hablar)

En este ejemplo dos jóvenes discuten por el chat a causa del enojo de uno de ellos. Existe una resistencia al diálogo (mensajes escritos a la distancia) y deciden terminar la relación que mantenían, cada cual desde su conexión a internet. La impersonalidad del tecleo oculta el lenguaje no verbal y paraverbal por lo que la comunicación parece siempre estar incompleta. Los emoticonos ofrecen en parte una complementariedad estereotípica que no basta. Usuario 351 dice “terminemos”, al hacerlo no le tiembla la voz, su interlocutor no ve lágrimas, no percibe un asomo de duda o culpa y le basta apretar un botón para ya no recibir respuestas.

Según Zygmun Bauman en Amor líquido el mundo contemporáneo se caracteriza por la carencia de “solidez” en los lazos humanos y esa propiedad acuosa, fluvial  e inestable que trae consigo la modernidad (sobre todo en el ámbito de lo social), involucra el descomprometerse y el huir en cuanto las cosas se dificultan. Esto lo planteó al autor antes de la aparición de redes sociales como Facebook o Instagram  y aplicaciones de citas como Badoo o Tinder para teléfonos inteligentes; pero ya vislumbraba los lazos humanos convirtiéndose en redes.

Estando en línea enviar un corazón acompañado de un “te amo” es sencillísimo, en la realidad física cuesta mucho más; para enviar collages, animaciones digitales de otros y canciones románticas basta un click, pero sorprender a la pareja estando uno frente al otro exige mucha más creatividad y esfuerzo. 
He allí la limitación de una forma de interactuar -que cada vez nos absorbe más tiempo- y es que por mucho que se pueda declarar en línea, es intransmisible una caricia, un beso, un perfume, o cualquier acto de amor profundo. No hay forma de llevar el amor a lo corpóreo. Todo se vuelve texto o imagen, idealización y acercamiento vacío. 
La forma de vida actual tiende al individualismo, a interacciones cada vez más virtuales y en última instancia a una comunicación incompleta al alero de la inmediatez. La videollamada, el mensaje de voz reduce esa brecha, pero aún así no puede suplir la dolorosa carencia de no tener el aroma, los brazos, la presencia del amado (o la amada) junto a nosotros. Si la realidad es cruda, la compañía y el amor son un bunker, pero a ese refugio solo se puede entrar en persona.

Las redes sociales con sus herramientas, aplicaciones, estados, con la posibilidad de compartir fotos y videos, reaccionar con íconos de ánimo están sintetizando y llevando la complejidad de los sentimientos a signos utilitarios. Es imposible negar que la conexión bajo patrones moderados de participación pueden beneficiar a la pareja al, por ejemplo, dejar un mensaje de improviso, al compartir la inmortalización de un momento o dedicar la canción idónea… sin embargo, hay que tener muy presente que es imposible administrar desde un escritorio, desde un celular la complejidad de una relación amorosa, que exige presencia y compromiso. 
Las TIC pueden sernos de mucha ayuda al suprimir parcialmente la distancia geográfica, al permitir expresar ante una comunidad virtual cuán feliz se está con el/la amado(a) y manifestar cuánto nos extrañamos. Pero también pueden supeditarnos en su comodidad, alejarnos y desvirtuar nuestros sentimientos con el tecleo neutro. Es menester que las redes sociales sean una herramienta que nos lleve a unirnos, que sean funcionales al hombre contemporáneo; que ampliemos nuestra visión. El desafío está en evitar que, desde el centro de comando frente a la pantalla, las redes sociales nos lleven a descuidar algo tan vital para la especie humana y la relación amorosa, como la capacidad (y necesidad) de comunicarnos.

martes, 12 de mayo de 2015

En provincia, Augusto D’Halmar

Augusto D’Halmar, primer Premio Nacional de Literatura (1942), escribió este cuento de ocho páginas compilado en Antología del Cuento Chileno, por Calderón, Lastra y Santander, impreso por Editorial Universitaria.
El título refiere a lo localista y las connotaciones negativas que para un capitalino como el nuevo jefe del protagonista conllevan.
La composición (inicio, desarrollo, desenlace) está claramente definida primando un esquema organizativo cronológico propio del cuento naturalista al que el autor pertenece, sin embargo la variante está en que el narrador cuenta su vida actual, y luego a modo de confesión urde la trama. Es la técnica temporal del racconto. “En provincia”, en sus aspectos formales y temáticos es catalogable -mediante una forzosa generalización- como un cuento realista: Posee una descripción si bien no abundante, relevante; contiene una temática social y una crítica, escapando a una cosmovisión romanticista; y por último utiliza un lenguaje que pretende retratar de manera fidedigna la realidad.
EL texto está compuesto de múltiples párrafos divididos apenas por puntos seguidos, apartes son más bien intermedios, no saltan un espacio sino dividen las secuencias de acciones. Está compuesto por una estructura que permite fluidez y carece de descansos importantes como puntos apartes más separatistas de los párrafos.
El registro de habla es un culto informal, y está expuesto por el narrador protagonista en este caso. Intervienen en la acción cuatro personajes: Borja Guzmán, tenedor de libros; Clara, la esposa del dueño del local y amante de Guzmán;  el Patrón y esposo de Clara y Pedro hijo ilegítimo de Clara, quien interviene con su existencia.
Guzmán es un personaje complejo, redondo para ser más precisos –bajo la teorización de Forster- que nos plantea su mundo interior, aquello que lo aqueja y mueve a escribirnos esta, su confesión.
El tema central, trama de este cuento es el dolor que aqueja al narrador, esto es, la traición de la que es presa por parte de Clara. El argumento está en que Clara, esposa del empleador de Guzmán comienza a frecuentar al trabajador con quién llega a tener relaciones sexuales resultando de ese único encuentro embarazada, para así satisfacer a su marido que ansiaba descendencia. Borja queda entonces relegado a segundo plano, es ignorado por Clara y no puede darle su apellido al niño que ella engendra.
En la organización del texto vemos a un Borja nostálgico de entrada, incluso antes de comenzar la narración, D’Halmar  presenta un fragmento poético de Maurier en francés, que habla sobre la banalidad de la vida y la poca esperanza: “La vie est breve: Un peu d’ espoir, un peu de rêve, et pus bensoir” Lo que ya nos sitúa en un ambiente de desolación y en una atmósfera dominada por la añoranza.
El conflicto de Borja Guzmán es saberse un solterón y que cuando al fin, parecía lograría vencer esa soledad, Clara no sólo juega con su emocionalidad sino que además le trae al mundo un hijo propio, al que convierte en ajeno y del que lo priva en definitiva.
En el primer párrafo y los siguientes hasta el cambio de escenario, el narrador plantea sus datos biográficos generales, su edad cincuenta y seis años, su origen provinciano, su mundo, describe su cotidianidad laboral, sus ocupaciones y el deseo de contar esta confidencia a alguien que la lea. Plantea los cambios de administración y como su salario fue variando hasta disminuir, motivo que el plantea como causa de su soltería. Plantea además un quiebre en su vida, el de Clara: “Un suceso vino a clausurar a esa edad mi pasado, mi presente y mi porvenir, y ya no fui, ya no soy, sino un muerto que hojea su vida”. Cuenta al lector que cuando no se siente somnoliento saca del estuche la flauta y da comienzo a elegías para sus muertos. En este segmento el autor produce realidad a través del detalle de la pluma: “(…) Hace cuarenta que llevo la pluma tras la oreja”. Lo que quiere decir que trabaja en un puesto administrativo, y que lleva largo tiempo en ello. El modelo de Barthes entonces nos expone un mero detalle carente de narración y se convierte en un indicador de ocupación y personalidad del narrador protagónico.
Luego en la siguiente unidad estructural ingresa el sobrino del último dueño a su vida, ese hombre de capital junto a su esposa, y a ellos les concede una interpretación de flauta que los vincula. He allí el punto de inflexión, donde las vidas comienzan a cruzarse. Continúa explicando el proceso de cambio de esas tertulias, con el marido cada vez menos presente, hasta llegar a ausentarse y dejar a Clara a solas con Borja. Describe la realidad a través de la ubicación espacial de los aposentos de Guzmán: “Una cortina de cretona oculta la ventana que cae a la plaza”. La descripción nos lleva a un rincón contiguo y con vista a la plaza y nos habla de la decoración, es una cortina estampada la que cubre la ventana.
En los encuentros con la mujer, ella le exige que toque su instrumento y él sonrojado lo hace, con la cautela propia de su inseguridad derivada de la calvicie y el descuido de su estado físico. Entonces en una velada, la mujer toma la iniciativa y apagando la luz se arroja a los brazos y labios de Guzmán llegando a tener sexo, en ese único encuentro íntimo entre ambos. Pero ese romance no perduraría, pues Clara le negó el acceso como amante al punto de no permitir siquiera el beso. Y comenzó a rechazarle abiertamente, alejándolo para siempre.
Nuevamente la felicidad se veía coartada: “¡No, yo debía de haber soñado mi dicha!”
Luego desarrolla el período del embarazo de Clara (embarazo de un hijo ilegítimo fecundado por Guzmán) y el nacimiento de aquel niño proscrito a los cuidados de Borja.
“(…) Me incliné, conmovido hasta la angustia y, temblando, con la punta de los dedos, alcé la gasa que le cubría y pude verlo; hubiese querido gritar ¡hijo!, pero al levantar los ojos encontré la mirada de Clara, tranquila, casi irónica. – ¡Cuidado!- me advertía.”
Y entonces en el período final tuvo que sufrir con la idea de ver al padre sustituto llamarle con su apellido al niño y creerlo/criarlo como suyo, frente a él  en la misma oficina. Una humillación tremenda, que por gracia o desgracia no se prolongó mucho tiempo. El patrón capitalino aburrido de la provincia decide partir con su mujer y el niño arrebatado. Quiso pues en reiteradas ocasiones gritarle la verdad, pero se contuvo en su falta de coraje.
A la hora de almuerzo le comunicó la transferencia de las escrituras y la inminente partida, todo acabaría. En la despedida en la estación, el patrón ahora mero esposo de Clara le entrega un paquete y se despiden, esta será la última vez que vea al niño.
<< ¡Se fueron! Ya en la estacioncita, donde acudí a despedirlos, él me entregó un pequeño paquete, diciendo que la noche anterior se le había olvidado.
— Un recuerdo —me repitió— para que piense en nosotros.
— ¿Dónde les escribo? —grité cuando ya el tren se ponía en movimiento, y él, desde la plataforma del tren:
—No sé. ¡Mandaremos la dirección!>>
Cosa que podemos sospechar jamás ocurrirá ya que la mujer evitará a toda costa la relación de su hijo con el padre biológico. El simple empleado gordo y calvo.
En la reflexión final del texto, aparece la frase anotada en el presente, un marco y una fotografía de Clara y su hijo. En ella se ve el destino desfavorable que tendrá Guzmán:
<<“Pedro a su amigo Borja”
¡Su amigo Borja!...¡Pedro se irá de la vida sin saber que haya existido tal amigo.>>


De tal manera cierra D’Halmar el cuento, y es esta frase con claros tintes trágicos, la expresión estilística de un autor que roza entre el realismo y más intensamente en el naturalismo.

sábado, 9 de mayo de 2015

Conciencia Breve/ Iván Egüez Crítica

Conciencia breve/ o cómo la culpa nos desnuda.

<<En “Consciencia Breve”, busqué  una dosis de humor, pues la literatura latinoamericana es, en general,demasiado solemne>> 
Extracto de comentarios vertidos por el autor para la presente antología. Iván Egüez (2009) 16 cuentos latinoamericanos. Santiago. CERLALC/Lom editores

La narración es evidentemente humorística, provoca y busca la risa del lector con una situación paradójica y con tintes de tragedia cotidiana.
Egüez nos presenta un cuento de una página y media, bastante depurado y carente de frases sin un objetivo claro o que no aporten a la realización del desenlace. El mismo postula: “siguiendo los consejos de Quiroga, el cuento debe tener no sólo un ahorro de elementos sino que todos ellos deben existir en función del final”. Este afán está presente en la narración, y es esta preocupación por las palabras precisas, lo que genera un texto poblado de intersticios y espacios por completar de sentido.
Generosamente el autor nos entrega una sabrosa intriga de amor expuesta en breve, que apunta en una dirección hacia la conclusión y de pronto hay un giro dramático. El error de un cuerpo torturado por el remordimiento y la sospecha.    

Plantea en esencia dos tópicos: la infidelidad, y por otra parte la conciencia y la respectiva culpa.
La trama del cuento está en que el personaje principal, que viaja en automóvil junto a su esposa, por accidente halla -junto a los pedales del vehículo- un objeto extraño que sospecha, pertenece a su amante. Hace todo lo posible por deshacerse de esa presencia que le recuerda la infidelidad de la última noche. Encuentra la ocasión en una curva  y distrae astutamente a su mujer, arrojando el zapato de tiras azules por la ventana. Al llegar al trabajo de ella, se percata que el zapatito extraviado, (cual cenicienta huyendo del baile) pertenecía a su esposa.
Coloquialmente diríamos “se ha puesto el parche antes de la herida”. Y cuán bien resume la idea de lo narrado esta expresión idiomática.

Es que cuando martillea en la mente una fuerza descomunal y anónima (pero imperante), es cuando descubrimos una aterradora verdad: somos seres conscientes. Fernando Pessoa plantea: No me remuerde la conciencia, sino estar consciente”. El problema es entonces, más hondo, no es simplemente tener la facultad de discernir fuerzas dicotómicas, sino ingresar en el estado de valorar el bien y el mal, el real conflicto. Y es precisamente el estado activo lo que azota al protagonista.
El primer lienzo por trazar que nos obsequia el autor a los lectores, es el estatus de la mujer anónima en la vida del protagonista, ya que no sabemos a ciencia cierta, si es su amante de años, una presencia casual e intermitente, o de dónde es que la conoce. Lo que sí podemos entender, es que se visitan con frecuencia, esto se desprende en el siguiente fragmento: “De golpe recordé que anoche fui a dejar a 
María a casa y el besito candoroso de siempre en las mejillas se nos corrió (…)”                                                                                                                                                                       
Otro motivo por el cual se siente amenazado, es la suspicacia de Claudia, quien inmediatamente se percata del cambio de humor del conductor. Y es que cuando se busca ocultar una evidencia a toda costa, es cuando más se expone la verdad.
Luego conduce a Claudia al trabajo, tras el supuesto éxito de su empresa-“Sin pensar dos veces lo tiré por la ventanilla. Bordeé el redondel, sentí ganas de gritar, de bajarme para aplaudirme, para festejar mi hazaña (…)”-, sin embargo nunca nos enteramos la ocupación laboral de Claudia, ¿Por qué viste tacos de tira azul? Surgen nuevas conjeturas y la certeza que emerge es que el protagonista está en graves problemas.

En un planteamiento de sucesiones y actos, podríamos comprender las fuerzas involucradas en el cuento, como un conjunto de factores que confluyen al desenlace. El protagonista es la fuerza principal del relato, éste persigue un deseo que es ocultar la supuesta evidencia de la infidelidad. El beneficiario de aquello es precisamente él mismo (o bien su matrimonio). El impulso que lo lleva al acto desesperado, es su propio remordimiento y su oponente en conseguirlo es Claudia, que lo mira directamente evitando los planes de lanzar el objeto. Su ayudante es bien los patrulleros que sirven de excusa como la curva que le permite distraer a su mujer.

Es interesante que a través del humor se plantee un tópico humano tan complejo como es el estado consciente. Creer que el objeto artístico es la gracia y la picardía, sería caer en un error si no superficial, bastante “en las líneas”. Lo que nos deja pensando el autor es en esta devoradora parte de nuestra conformación psicológica, esa zona pantanosa y confusa que golpea las tripas y anula el raciocinio; aquel aparato que genera culpas y nos impulsa incesantemente hacia decir la verdad.
Las máscaras se caen y quiebran en mil pedazos, los planes mejor urdidos se estropean cuando arremete la consciencia y tal cual el protagonista, acabamos derrotados y expuestos, casi desnudos en nuestras fallas.

¿Qué será ahora pues del hombre que arrojó el zapato de su esposa por la ventana? Esa es la pregunta más atractiva que nos deja el cuento y de seguro no será nada bueno. ¿Cómo escapar al destino trágico? Imposible. La paradoja queda expuesta al punto del absurdo.
¿Qué visión entonces obtenemos del tópico de la infidelidad en el texto?                                                                 
Pareciera que la falta a la fidelidad monógama es una realidad posible de llevar, siempre y cuando no se dejen evidencias de ello. Si el hombre no hubiese sentido el zapatito, jamás habría cometido el error de lanzarlo, si Claudia hubiese mantenido ceñido al pie su calzado, el protagonista no habría sentido el remordimiento invadiendo su juicio. Pero esto es conjeturar y debemos apegarnos a lo narrado. Por ello es que el cuento presenta una visión desmoralizada del acto infiel, ya que jamás se le juzga entre las líneas, sino que es él mismo quién se culpabiliza por haber tenido en el auto, la noche previa, a María.
En la discreción y la astucia está el éxito del adultero, y nuestro protagonista no tuvo tal destreza.






Conciencia breve, Iván Egüez. Texto íntegro

Esta mañana Claudia y yo salimos, como siempre, rumbo a nuestros empleos en el cochecito que mis padres nos regalaron hace diez años por nuestra boda. A poco sentí un cuerpo extraño junto a los pedales. ¿Una cartera? ¿Un ...? De golpe recordé que anoche fui a dejar a María a casa y el besito candoroso de siempre en las mejillas se nos corrió, sin pensarlo, a la comisura de los labios, al cuello, a los hombros, a la palanca de cambios, al corset, al asiento reclinable, en fin. Estás distraído, me dijo Claudia cuando casi me paso el semáforo. Después siguió mascullando algo pero yo ya no la atendía. Me sudaban las manos y sentí que el pie, desesperadamente, quería transmitir el don del tacto a la suela de mi zapato para saber exactamente qué era aquello, para aprehenderlo sin que ella notara nada. Finalmente logré pasar el objeto desde el lado del acelerador hasta el lado del embrague. Lo empujé hacia la puerta con el ánimo de abrirla en forma sincronizada para botar eso a la calle. Pese a las maromas que hice, me fue imposible. Decidí entonces distraer a Claudia y tomar aquello con la mano para lanzarlo por la ventana. Pero Claudia estaba arrimada a su puerta, prácticamente virada hacia mí. Comencé a desesperar. Aumenté la velocidad y a poco vi por el retrovisor un carro de la policía. Creí conveniente acelerar para separarme de la patrulla policial pues si veían que eso salía por la ventanilla podían imaginarse cualquier cosa. -¿Por qué corres? Me inquirió Claudia, al tiempo que se acomodaba de frente como quien empieza a presentir un choque. Vi que la policía quedaba atrás por lo menos con una cuadra. Entonces aprovechando que entrábamos al redondel le dije a Claudia saca la mano que voy a virar a la derecha. Mientras lo hizo, tomé el cuerpo entraño: era un zapato leve, de tirillas azules y alto cambrión. Sin pensar dos veces lo tiré por la ventanilla. Bordeé ufano el redondel, sentí ganas de gritar, de bajarme para aplaudirme, para festejar mi hazaña, pero me quedé helado viendo en el retrovisor nuevamente a la policía. Me pareció que se detenían, que recogían el zapato, que me hacían señas. -¿Qué te pasa? me preguntó Claudia con su voz ingenua. -No sé, le dije, esos chapas son capaces de todo. Pero el patrullero curvó y yo seguí recto hacia el estacionamiento de la empresa donde trabaja Claudia. Atrás de nosotros frenó un taxi haciendo chirriar los neumáticos. Era otra atrasada, una de esas que se terminan de maquillar en el taxi. -Chao amor, me dijo Claudia, mientras con su piecito juguetón buscaba inútilmente su zapato de tirillas azules.