Augusto
D’Halmar, primer Premio Nacional de Literatura (1942), escribió este cuento de
ocho páginas compilado en Antología del Cuento Chileno, por Calderón, Lastra y
Santander, impreso por Editorial Universitaria.
El
título refiere a lo localista y las connotaciones negativas que para un
capitalino como el nuevo jefe del protagonista conllevan.
La
composición (inicio, desarrollo, desenlace) está claramente definida primando
un esquema organizativo cronológico propio del cuento naturalista al que el
autor pertenece, sin embargo la variante está en que el narrador cuenta su vida
actual, y luego a modo de confesión urde la trama. Es la técnica temporal del
racconto. “En provincia”, en sus aspectos formales y temáticos es catalogable
-mediante una forzosa generalización- como un cuento realista: Posee una
descripción si bien no abundante, relevante; contiene una temática social y una
crítica, escapando a una cosmovisión romanticista; y por último utiliza un
lenguaje que pretende retratar de manera fidedigna la realidad.
EL
texto está compuesto de múltiples párrafos divididos apenas por puntos
seguidos, apartes son más bien intermedios, no saltan un espacio sino dividen
las secuencias de acciones. Está compuesto por una estructura que permite fluidez y carece de descansos importantes como puntos apartes más separatistas de los párrafos.
El
registro de habla es un culto informal, y está expuesto por el narrador
protagonista en este caso. Intervienen en la acción cuatro personajes: Borja
Guzmán, tenedor de libros; Clara, la esposa del dueño del local y amante de
Guzmán; el Patrón y esposo de Clara y
Pedro hijo ilegítimo de Clara, quien interviene con su existencia.
Guzmán
es un personaje complejo, redondo para ser más precisos –bajo la teorización de
Forster- que nos plantea su mundo interior, aquello que lo aqueja y mueve a
escribirnos esta, su confesión.
El
tema central, trama de este cuento es el dolor que aqueja al narrador, esto es,
la traición de la que es presa por parte de Clara. El argumento está en que
Clara, esposa del empleador de Guzmán comienza a frecuentar al trabajador con
quién llega a tener relaciones sexuales resultando de ese único encuentro
embarazada, para así satisfacer a su marido que ansiaba descendencia. Borja
queda entonces relegado a segundo plano, es ignorado por Clara y no puede darle
su apellido al niño que ella engendra.
En
la organización del texto vemos a un Borja nostálgico de entrada, incluso antes
de comenzar la narración, D’Halmar
presenta un fragmento poético de Maurier en francés, que habla sobre la banalidad de la vida y la poca esperanza: “La vie est breve: Un peu d’ espoir,
un peu de rêve, et pus bensoir” Lo que ya nos sitúa en un ambiente de
desolación y en una atmósfera dominada por la añoranza.
El
conflicto de Borja Guzmán es
saberse un solterón y que cuando al fin, parecía lograría vencer esa soledad,
Clara no sólo juega con su emocionalidad sino que además le trae al mundo un
hijo propio, al que convierte en ajeno y del que lo priva en definitiva.
En
el primer párrafo y los siguientes hasta el cambio de escenario, el narrador
plantea sus datos biográficos generales, su edad cincuenta y seis años, su
origen provinciano, su mundo, describe su cotidianidad laboral, sus ocupaciones
y el deseo de contar esta confidencia a alguien que la lea. Plantea los cambios
de administración y como su salario fue variando hasta disminuir, motivo que el
plantea como causa de su soltería. Plantea además un quiebre en su vida, el de
Clara: “Un suceso vino a clausurar a esa edad mi pasado, mi presente y mi
porvenir, y ya no fui, ya no soy, sino un muerto que hojea su vida”. Cuenta al
lector que cuando no se siente somnoliento saca del estuche la flauta y da
comienzo a elegías para sus muertos. En este segmento el autor produce realidad
a través del detalle de la pluma: “(…) Hace cuarenta que llevo la pluma tras la
oreja”. Lo que quiere decir que trabaja en un puesto administrativo, y que
lleva largo tiempo en ello. El modelo de Barthes entonces nos expone un mero
detalle carente de narración y se convierte en un indicador de ocupación y
personalidad del narrador protagónico.
Luego
en la siguiente unidad estructural ingresa el sobrino del último dueño a su
vida, ese hombre de capital junto a su esposa, y a ellos les concede una
interpretación de flauta que los vincula. He allí el punto de inflexión, donde
las vidas comienzan a cruzarse. Continúa explicando el proceso de cambio de
esas tertulias, con el marido cada vez menos presente, hasta llegar a
ausentarse y dejar a Clara a solas con Borja. Describe la realidad a través de
la ubicación espacial de los aposentos de Guzmán: “Una cortina de cretona oculta la ventana que cae a la plaza”.
La descripción nos lleva a un rincón contiguo y con vista a la plaza y nos
habla de la decoración, es una cortina estampada la que cubre la ventana.
En los encuentros con la mujer,
ella le exige que toque su instrumento y él sonrojado lo hace, con la cautela
propia de su inseguridad derivada de la calvicie y el descuido de su estado físico. Entonces en una
velada, la mujer toma la iniciativa y apagando la luz se arroja a los brazos y
labios de Guzmán llegando a tener sexo, en ese único encuentro íntimo entre
ambos. Pero ese romance no perduraría, pues Clara le negó el acceso como amante
al punto de no permitir siquiera el beso. Y comenzó a rechazarle abiertamente,
alejándolo para siempre.
Nuevamente
la felicidad se veía coartada: “¡No, yo debía de haber soñado mi dicha!”
Luego
desarrolla el período del embarazo de Clara (embarazo de un hijo ilegítimo
fecundado por Guzmán) y el nacimiento de aquel niño proscrito a los cuidados de
Borja.
“(…)
Me incliné, conmovido hasta la angustia y, temblando, con la punta de los
dedos, alcé la gasa que le cubría y pude verlo; hubiese querido gritar ¡hijo!,
pero al levantar los ojos encontré la mirada de Clara, tranquila, casi irónica.
– ¡Cuidado!- me advertía.”
Y
entonces en el período final tuvo que sufrir con la idea de ver al padre
sustituto llamarle con su apellido al niño y creerlo/criarlo como suyo, frente
a él en la misma oficina. Una
humillación tremenda, que por gracia o desgracia no se prolongó mucho tiempo.
El patrón capitalino aburrido de la provincia decide partir con su mujer y el
niño arrebatado. Quiso pues en reiteradas ocasiones gritarle la verdad, pero se
contuvo en su falta de coraje.
A
la hora de almuerzo le comunicó la transferencia de las escrituras y la
inminente partida, todo acabaría. En la despedida en la estación, el patrón
ahora mero esposo de Clara le entrega un paquete y se despiden, esta será la
última vez que vea al niño.
<< ¡Se fueron! Ya en la estacioncita,
donde acudí a despedirlos, él me entregó un pequeño paquete, diciendo que la
noche anterior se le había olvidado.
— Un recuerdo —me repitió— para que piense en nosotros.
— ¿Dónde les escribo? —grité cuando ya el tren se ponía en movimiento, y él, desde la plataforma del tren:
—No sé. ¡Mandaremos la dirección!>>
— Un recuerdo —me repitió— para que piense en nosotros.
— ¿Dónde les escribo? —grité cuando ya el tren se ponía en movimiento, y él, desde la plataforma del tren:
—No sé. ¡Mandaremos la dirección!>>
Cosa que podemos sospechar jamás ocurrirá ya
que la mujer evitará a toda costa la relación de su hijo con el padre
biológico. El simple empleado gordo y calvo.
En la reflexión final del texto, aparece la
frase anotada en el presente, un marco y una fotografía de Clara y su hijo. En
ella se ve el destino desfavorable que tendrá Guzmán:
<<“Pedro
a su amigo Borja”
¡Su
amigo Borja!...¡Pedro se irá de la vida sin saber que haya existido tal
amigo.>>
De
tal manera cierra D’Halmar el cuento, y es esta frase con claros tintes
trágicos, la expresión estilística de un autor que roza entre el realismo y más
intensamente en el naturalismo.