jueves, 31 de diciembre de 2015

Amor de pareja y comunicación frente a las redes sociales


Nuestro siglo iniciado en la masificación de internet, se caracteriza por el salto que ha dado la nanotecnología y las TIC a nivel mundial. Esta realidad implica nuevas oportunidades y desafíos,  también instaura un cambio ya perceptible a causa de las redes sociales en la interacción y los vínculos humanos: 

Las redes sociales están modificando la forma de relacionarse en pareja, en tanto la virtualidad limita la comunicación.

El modo de relacionarnos ya había atravesado un cambio con la masificación de los teléfonos móviles, las parejas encontraron una forma de mantenerse en contacto sin la necesidad de verse. Hoy la interacción de los enamorados está modificándose también en línea: decimos sin gesticular, escuchamos sin oír y emitimos mensajes que pierden naturalidad.
Veamos un ejemplo límite de “interacción en red”:

Usuario 351: ¿Sigues enojado por esa estupidez?
Usuario 592: No voy a hablar contigo. Te agradecería que dejes de hinchármelas. Gracias… mejor terminemos.
Usuario 351: Ya… ¿sabes qué? no me interesa. No necesito estar con un pendejo inmaduro, mimado y más encima llorón. Chao. Me aburriste. Te voy a bloquear de todos lados. 
Usuario 352: ¿Quién te entiende? Ayer no más estábamos bien… se suponía que eras distinto pero ya me cansé de buscarte weon cobarde. 
Usuario 351: Hasta nunca.
(Ambos se bloquean y deciden no volver a hablar)

En este ejemplo dos jóvenes discuten por el chat a causa del enojo de uno de ellos. Existe una resistencia al diálogo (mensajes escritos a la distancia) y deciden terminar la relación que mantenían, cada cual desde su conexión a internet. La impersonalidad del tecleo oculta el lenguaje no verbal y paraverbal por lo que la comunicación parece siempre estar incompleta. Los emoticonos ofrecen en parte una complementariedad estereotípica que no basta. Usuario 351 dice “terminemos”, al hacerlo no le tiembla la voz, su interlocutor no ve lágrimas, no percibe un asomo de duda o culpa y le basta apretar un botón para ya no recibir respuestas.

Según Zygmun Bauman en Amor líquido el mundo contemporáneo se caracteriza por la carencia de “solidez” en los lazos humanos y esa propiedad acuosa, fluvial  e inestable que trae consigo la modernidad (sobre todo en el ámbito de lo social), involucra el descomprometerse y el huir en cuanto las cosas se dificultan. Esto lo planteó al autor antes de la aparición de redes sociales como Facebook o Instagram  y aplicaciones de citas como Badoo o Tinder para teléfonos inteligentes; pero ya vislumbraba los lazos humanos convirtiéndose en redes.

Estando en línea enviar un corazón acompañado de un “te amo” es sencillísimo, en la realidad física cuesta mucho más; para enviar collages, animaciones digitales de otros y canciones románticas basta un click, pero sorprender a la pareja estando uno frente al otro exige mucha más creatividad y esfuerzo. 
He allí la limitación de una forma de interactuar -que cada vez nos absorbe más tiempo- y es que por mucho que se pueda declarar en línea, es intransmisible una caricia, un beso, un perfume, o cualquier acto de amor profundo. No hay forma de llevar el amor a lo corpóreo. Todo se vuelve texto o imagen, idealización y acercamiento vacío. 
La forma de vida actual tiende al individualismo, a interacciones cada vez más virtuales y en última instancia a una comunicación incompleta al alero de la inmediatez. La videollamada, el mensaje de voz reduce esa brecha, pero aún así no puede suplir la dolorosa carencia de no tener el aroma, los brazos, la presencia del amado (o la amada) junto a nosotros. Si la realidad es cruda, la compañía y el amor son un bunker, pero a ese refugio solo se puede entrar en persona.

Las redes sociales con sus herramientas, aplicaciones, estados, con la posibilidad de compartir fotos y videos, reaccionar con íconos de ánimo están sintetizando y llevando la complejidad de los sentimientos a signos utilitarios. Es imposible negar que la conexión bajo patrones moderados de participación pueden beneficiar a la pareja al, por ejemplo, dejar un mensaje de improviso, al compartir la inmortalización de un momento o dedicar la canción idónea… sin embargo, hay que tener muy presente que es imposible administrar desde un escritorio, desde un celular la complejidad de una relación amorosa, que exige presencia y compromiso. 
Las TIC pueden sernos de mucha ayuda al suprimir parcialmente la distancia geográfica, al permitir expresar ante una comunidad virtual cuán feliz se está con el/la amado(a) y manifestar cuánto nos extrañamos. Pero también pueden supeditarnos en su comodidad, alejarnos y desvirtuar nuestros sentimientos con el tecleo neutro. Es menester que las redes sociales sean una herramienta que nos lleve a unirnos, que sean funcionales al hombre contemporáneo; que ampliemos nuestra visión. El desafío está en evitar que, desde el centro de comando frente a la pantalla, las redes sociales nos lleven a descuidar algo tan vital para la especie humana y la relación amorosa, como la capacidad (y necesidad) de comunicarnos.